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ANTONIO JOSE URIBE
nemente hice ante el país en el Manifiesto que, como
Presidente del Directorio Nacional Conservador, di-
rigí a mis copartidarios el 13 de diciembre de 1918,
que contiene sobre el particular las siguientes for.
males declaraciones sobre la manera como nuestra
comunidad entiende practicar la libertad dentro del
orden, así como el deber primordial de velar, con
solicito interés, en los Congresos y en las Asambleas,
por mejorar la condición de las clases proletarias y
menesterosas:
“Quienquiera que con espíritu sereno e imparcial
examine atentamente el programa del partido con.
sérvador y su desarrollo en todas las épocas de
nuestra vida nacional, habrá de convenir en que ese
partido ha sido el defensor de las verdaderas liber-
tades públicas, nacidas del consorcio racional del
orden y la justicia, y traducidas en leyes protecto-
ras de todo derecho, así público como privado; y
que su mejor presea ha sido alcanzar, después de
porfiada y larga lucha, la convivencia armónica de
las dos supremas potestades, levantando así sobre
base granítica el soberbio edificio de la tranquilidad
nacional.
Ese programa no es otro que aquel que uno de
los eximios fundadores de nuestro partido compen.
diaba hace sesenta años al decir:
“El partido conservador es el que defiende la li.
bertad sin desenfreno, el orden sin tiranía, la religión
sin fanatismo y el progreso sin utopías.”
Defender a nuestro partido no es por tanto ser-
vir a la defensa de intereses o provechos transito.
rios y personales; no puede ser tarea oportunista de
luceros y granjerías, ni brote de codicia, vanidad, ni