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ANTONIO JOSE URIBE
dicatos profesionales cristianos; de declarar que “si
una sociedad, en virtud misma de sus estatutos or.
gánicos, persigue un fin en oposición flagrante con la
probidad, con la justicia, con la seguridad del Estado,
los poderes públicos tienen el derecho de impedir su
formación, y, si se ha formado, de disolverla”; des.
pués de abogar por todas las medidas que los opulen-
tos y los poderes públicos pueden y deben adoptar
para atender al mejoramiento moral y material de la
clase obrera, el Pontífice, siguiendo las enseñanzas
de la religión, de que la Iglesia es depositaria e intér.
prete, traza un cuadro tan acabado y perfecto sobre
los medios prácticos de restablecer y conservar el
necesario equilibrio entre los afortunados y los me-
nesterosos, que ningún tratado de Economía Social
se podrá jamás comparar a aquella obra, verdadera.
mente inspirada, de altísima filosofía cristiana.
A las enseñanzas de León XII han seguido, en
desarrollo de la acción social, las del Pontífice de
la caridad, el santo Papa Pío X, las del insigne Be-
nedicto XV y las del sabio Pío XI, quien con tánto
tino y acierto gobierna la Iglesia. El conjunto de
este cuerpo de doctrinas constituye para los esta.
distas católicos el programa social, escrito, completo
y magistralmente trazado. Su observancia será el
más poderoso elemento para la fuerza y la grandeza
de un pueblo (1).
(1) La historia comparada de las doctrinas económicas
durante el siglo XIX y durante los años que van corridos de
la presente centuria, demuestra que el socialismo,-—desde
Saint Simon y Fourier, hasta Thompson y Roberto Owen,
y Mégo de Luis Blanc hasta Proudhon y de éste a los
maestros del socialismo contemporáneo, Carlos Marx, Fe-
áicrico Enrels. Menring y KTautsky hasta Jaurós. del colec-