ANTONIO JOSE URIBE
llanuras del Tolima, con abnegación e inteligencia,
una magnífica obra en favor del pueblo trabajador,
y que su primera palabra en la Sede Arzobispal de
Bogotá ha sido una admirable pastoral sobre los
medios prácticos de establecer la armonía entre el
capital y el trabajo, para elevar el nivel moral, in-
telectual y material de la clase obrera?
Hemos dado y continuaremos dando leyes de jus-
ticia y previsión sociales en favor de los desvalidos,
mas ¿qué son todas ellas comparadas con la obra
silenciosa pero extraordinaria y fecunda de la caridad
privada? Mirad, aquí no más, hacia el sur de la ciu-
dad, aquellos barrios que el Reverendo Padre Cam.
poamor, dulce e infatigable apóstol del bien, ha le-
vantado en pocos años, para dar asilo a la virtud y
al trabajo, en forma de hogares de hijos del pueblo,
que maravillan a todos quienes los contemplan,
cualesquiera que sean sus opiniones politicas y re.
ligiosas. Y más acá, ¿no habéis visitado aquel Asilo
admirable en donde las Hermanitas de los Pobres
tienen recogidos y sostienen trescientos ancianos,
con cuidado solicito, que sólo la caridad de Cristo
puede inspirar? Y más allá ¿no habéis visitado aque-
lla fábrica magnífica donde un ilustre sacerdote, glo.
ria de la ciencia, de la Iglesia y de la República, ha
levantado el Asilo de San Antonio para la infancia
desamparada?
Y el Instituto de San Bernardo, en donde los Her-
manos Cristianos enseñan artes y oficios a los mi.
ños pobres, y el Hospital de la Misericordia, y los
talleres de los nunca bien ponderados hijos de Don
Bosco, y los varios establecimientos que dan asilo
nocturno a los niños que antes dormían a la intem.
perie, y más allá y dondequiera aquellas admirables