LA DEFENSA SOCIAL
19
Hermanas de la Caridad, que van con su corneta
blanca sembrando por todas partes el bien y la vir.
tud, en sus colegios, en sus talleres, en los orfelina-
tos, en las cárceles, en los hospitales, dondequiera
que es necesario educar a un niño, consolar a un
desdichado o curar a un enfermo.
Y lo que en Bogotá ocurre pasa igualmente en
todas las principales ciudades de la República, de
manera que la obra de la beneficencia privada, ins.
pirada y sostenida por la Iglesia, obra de caridad y
de apostolado, es simultánea, portentosa, armónica
y redentora en todos los ámbitos de la Patria (1).
Es que las sociedades, hoy tan profundamente
perturbadas, no recobrarán su equilibrio ni asegura-
rán su bienestar y su engrandecimiento sino cuando
en las instituciones de los pueblos y en las relacio.
nes de los hombres prevalezcan las enseñanzas del
Evangelio, predicadas por Dios mismo para todas
las naciones y para todos los tiempos.
La Iglesia, dentro de la intangibilidad del dogma,
ha sabido siempre atemperarse a las circunstancias,
(1) En todas las grandes ciudades, la miseria y el pau-
perismo existen en forma aguda, Así, en Londres, en una
sola noche, en la del 29 al 30 de enero, la Comisión de
Higiene de aquella gran capital pudo comprobar que huto
1,509 hombres y 120 mujeres que recorrieron las calles
hasta el amanecer, porque no pudieron encontrar ningún
abrigo; 100 hombres y 63 mujeres que durmieron debajo
de los portales, y entre los últimos, 54 jóvenes y 38 niñas
menores de catorce años. Según un reciente informe del
Concejo Municipal de París, en diez años fueron detenidos
allí 18,000 niños vagabundos menores de diez y seis años,
y en las provincias el número ascendió a 40,000 muchachos
de aquella clase. En París cosa de 8,000 individuos duer-
men, todas las noches, en las canteras o debajo de las ar-
cadas de los puentes.